Si estás leyendo esto y no tenés idea de qué estoy hablando, te recomiendo primero leer este posteo donde cuento qué son las juntadas de escritura creativa.
Ahora vamos a lo que nos compete.
La quinta fue una edición especial de la juntada de escritura creativa, donde sumamos la temática de la imagen. Para eso contamos con la presencia de mi amiga personal y fotógrafa Ayelén Suárez que nos aportó un montón de #AyeTips relacionados con la fotografía. A partir de eso trabajamos con fotos (propias y ajenas), empezamos a prestar mucha atención a los colores y a partir de eso escribimos.
La tarea, entonces, era sacar fotos de cosas de tu color favorito y escribir un texto que surgiera de eso. Como siempre el texto era super libre y había una abanico enorme de posibilidades sobre desde dónde abordarlo (por ejemplo: contando las historia de los objetos que aparecen en las fotos, contando qué nos tramite ese color, por qué es nuestro favorito, por qué elegimos esos objetos y no otros, etc etc etc).
Estas son las tareas de algunos de los participantes de la juntada que surgieron de esa consigna:
Paula, verde
El verde me remite, casi siempre, a la naturaleza. Y es mi color favorito aunque no necesariamente por aquella razón. Me queda bien la ropa en tonos de verde, en general los más apagados o discretos, como una camisa verde militar que uso un montón. Pero el verde que elijo hoy es el verde vivo, el de las plantas, ese de la naturaleza. Y voy a hablar de una palta. Una planta de palta y de su fruto también. En otros países se dice aguacate o avocado, cura o pagua. Estos últimos no los conocía, me los dijo internet.
Años atrás, en una oficina en la que trabajé, tenía un jefe que para remitirse a una persona o cosa aburrida o sin gracia, decía, “tiene menos onda que una palta”. Me hacía reír la referencia, suponía que lo decía por el poco atractivo que a simple vista parece tener ese fruto, más bien opaco por fuera, con piel rugosa y áspera, y sin jugo por dentro, algo pastoso al comerlo. Lo que me gusta de la palta, además de untarla en una tostada para comerla con sal y limón, es su carozo. Pocas frutas tienen un carozo o semilla tan grande y particular: lisa y voluminosa, casi del tamaño de una pelota de ping pong.
Hace un tiempo ví un tallo largo de hojas grandes y muy verdes saliendo de la pila de compost del jardín. Lo desenterré con cuidado y descubrí que era una semilla de palta que estaba brotando. A un costado había otro brote más pequeño que resultó ser otra semilla y otra planta naciendo, abriéndose paso entre los desperdicios. Hoy crecen en una maceta, al cuidado del frio, para que, entre otras cosas, yo escriba este texto.
Sonia, azul
Encontré el azul únicamente en los detalles. Es paradójico, teniendo una cocina invadida por alacenas amarillas, un living donde prima el rojo y una habitación enmarcada por una pared verde. Casi todos los colores primarios son osados e intrépidos en esta casa: a lo largo de los años se instalaron en los azulejos, se aferraron a las paredes y pintaron los muebles sin escrúpulos. Sin embargo, mi color preferido quedó relegado entre tanto bochinche cromático y ahora se encuentra únicamente en algunos objetos pequeños que se pueden guardar en cajones y esconderse: una toalla, algunos cuadernos.
Acá el azul es tímido, cobarde. Ningún ambiente de la casa emula el color de los lagos y del cielo. Eso que lo convirtió hace años en mi favorito, eso que me hacía elegir siempre el marcador azul, la remera azul, la taza azul, el equipo azul, hoy en casa no se encuentra por ningún lado: está condenado a los rincones y hay que buscarlo con lupa e intención. Es más, pretendo erradicar el azul de las baldosas que están en el balcón: son las víctimas de mi próximo proyecto doméstico. Las voy a tornar grises, las quiero volver aún más frías y quitarles el peso simbólico del agua y la calma en el aire.
Quizás sea justamente eso. Que cualquier azul que ose inundar esta casa lo interpreto como imitación. Una versión trucha que llega a la jungla de cemento para distraerme de las ganas que tengo de poner los pies en el lago, cagarme de frío, y mirar el cielo. Un deseo reprimido porque hoy no es realidad: que todo alrededor mío se vuelva azul. Verdaderamente azul. Y que ahí sí, bien lejos del fraude citadino y más cerca de mis veranos en el Sur, ese azul patagónico vuelva a ser mi color favorito.
Aye, rojo
Encontrar cosas de mi color favorito en casa era fácil, está por todos lados. No soy de tenerlo en grandes cosas pero sí en detalles, más grandes o más pequeños pero que llamen la atención, que se destaquen.
Está en cosas como en las macetas del rincón de mi balcón, pasando por mis gafas, toallón, mi saco favorito, la pava y hasta la bombilla del mate.
Es un color eléctrico, poderoso, conectado con el amor, la pasión, el fuego, el peligro y hasta el enojo/ira en ocasiones. Una mezcla de las emociones más diversas y potentes.Cuando empecé a pensar en por qué será el rojo mi color favorito, se me ocurren varias cosas que pueden haber sembrado ese gusto y en principio los recuerdos me remontan a mi infancia. De chiquita tenía un libro con 365 cuentos, SÍ, 365 uno para cada día del año. Mi papá me leía uno cada noche y cuando quería que me lea otro, repetíamos mi favorito, el de “Las zapatillas rojas”. Recuerdo que las imaginaba hermosas, radiantes y hasta una vez en una tarea del colegio mi mamá me las dibujó en el cuaderno. Eran unas zapatillas de bailarina de danza clásica tal cual yo las había soñado, con los lazos rodeando los tobillos, perfectas.
Pasaron los años, fui creciendo pero… creo que siempre voy a ser la chica de las zapatillas (o zapatos) rojas.
Noe, amarillo
Sacar fotos de cosas de tu color favorito. Cuando pensé esta consigna me sonaba a pan comido, ¿qué puede ser más fácil que sacar fotos de cosas de tu color favorito?Recién cuando me encontré a mí misma teniendo que hacerla me paré un segundo a pensar: ¿cuál es mi color favorito? ¿tengo uno? Debo tener, todo el mundo tiene uno, no puedo ser tan rara. Y quizás sí puedo. Digo, para empezar soy una argentina a la que no le gusta el mate así que partiendo de esa base ya se puede esperar de mí cualquier rareza.Así que para mí este ejercicio que parecía tan fácil terminó teniendo un punto extra de complejidad. No sólo tenía que sacar fotos de mi color favorito y escribir un texto, sino que también tenía que decidir cuál era mi color favorito.Elegí el amarillo. Nunca antes se me hubiera cruzado por la cabeza que el amarillo podría ser mi color favorito pero creo que ocho meses viviendo en una cas muy amarilla cambiaron mi percepción.En esta casa hay muchísimas cosas amarillas, cosas que yo no elegí y que quizás nunca hubiera vestido de ese color pero que ahora, cuando las tengo adelante de los ojos, me parece imposible pensar de otro color.Lámparas, el tapizado del sillón, almohadones, un cuadro, macetas, flores, un reloj, una figura de Buda, tres sillas, y como si todo eso fuera poco, una gran parte de la fachada de la casa. Todo de ese amarillo que no elegí y que ahora me parece hermoso.¿Cuántas veces pasará esto que me pasó con el amarillo en nuestras vidas sin que ni siquiera nos demos cuenta? ¿Cuántas veces habrá cosas que quizás amaríamos si alguien nos las mostrara? Me quedo pensando y empiezo a tararear en mi cabeza “Amor amarillo”Adentro tuyoCaigo del solAdentro tuyoEs único, es único
Qué lindo todo!!! te debo las fotos Noe…quedó solita la palta (“sin onda”!!!) al lado de esos mosaicos de imágenes divinas y coloridas! te las mando en breve por mail y, si querés las agregas 😛
Tu casa de Lefkada es una maravillamarilla, una locura de linda! Y quiero: unos zapatitos rojos como los de Aye y un cuaderno azul como el de Sonia!
Qué genia Pau!!! Gracias por tus fotitos, tu texto tan lindo y por ser la inspiradora de esta idea de compartir las tareas! Viste lo que son los zapatos de Aye y el cuaderno de Sonia??? Yo también quiero uno de cada cosa! jajaja. Un abrazo grande!