Crónica del cruce de la cordillera Atlas

Y después de nuestro paso por el valle de Imlil, el próximo destino era a Ait Ben Haddou, donde queríamos visitar el Ksar o ciudad fortificada construída con barro. Para esto teníamos dos opciones: la que usa la mayoría de la gente es volver a Marrakech y desde ahí redirigirse a cualquier otro destino, entre ellos Ait Ben Haddou. Pero nosotros no. No nos parecía interesante deshacer ese camino y volver a Marrakech a menos que fuera absolutamente necesario y parecía que en este caso no lo era. Así que tomamos el atajo. Aquellos fanáticos de Los Simpsons como yo, recordarán el memorable viaje a la tierra de Tomy y Daly y porque nunca jamás hay que tomar el atajo. Aún así, decidiendo correr el riesgo, lo hicimos.


Pero antes de seguir leyendo, una advertencia: ¿qué es este posteo?

Esto es un relato de nuestras experiencias y es 100% subjetivo. Si lo que buscan es información práctica y útil para viajar por Marruecos, con estadísticas y los datos concretos, pueden encontrar todo eso y mucho más en este posteo: Marruecos: guía práctica para viajeros (haciendo click acá). Hecha esta aclaración, sigamos con el relato…


El atajo: lo que nunca hay que hacer en Marruecos

Tomando el atajo, Imlil y Ait Ben Haddou están separados “solo” 228 km. Y nunca mejor usadas esas comillas para “solo”, porque resulta que en Marruecos, las distancias no se miden en números ni mucho menos, se miden en distintos tipos de caminos, en rutas más o menos transitables, en una constante adaptación a los medios disponibles.
Se mide en experiencias. 

Este era el camino usando el atajo y evitando volver a Marrakech

Para recorrer esos 228 km, tuvimos que usar cinco transportes diferentes, tardamos diez horas, y cruzamos la cordillera de los Atlas, que divide Marruecos entre norte y sur (y también atraviesa Argelia y Túnez). Porque claro, algo importante a saber para viajar por Marruecos, es que no se viaja como uno quiere sino como uno puede.

Los primeros 33 km los hicimos en un taxi compartido (muy a mi pesar, porque odio toooodo el ritual de regateo infinito para conseguir un taxi a precio aceptable en Marruecos).

Los siguientes 20 km fueron a dedo, en una camioneta enorme y nueva, conducida por un marroquí increíblemente bien vestido que me trataba de “Madame” y estaba volviendo a su casa. De esa pequeña porción del camino recuerdo con todo el amor del mundo aquel primer contacto con el aire acondicionado, que sabía a gloria y una pulcritud tal y tan poco frecuente que hasta nos daba impresión apoyar nuestras mochilas en el baúl (que incluso tenía una alfombrita!).

Los siguientes 24 km los hicimos en el colectivo local número 40, en el que eramos los únicos extranjeros durante todo el camino de casi una hora, una larga hora en que fuimos objetos dignos de miradas de asombro y casi nos sentimos como animales de circo.

Los siguientes 6 km los hicimos (otra vez, muy a mi pesar) en un taxi compartido el cual nos dejó en la rotonda a la salida del pueblo de Ait Ourir, desde donde teníamos que hacer el último tramo a hacer dedo, si o si. Ya no había otras posibilidades, no había más buses locales ni taxis ni nada. Todavía nos faltaban 149 km para llegar a destino. En esa parada, apareció un oasis en forma de estación de servicio (cosa que nunca habíamos visto en Marruecos hasta entonces) donde pudimos mojarnos la cabeza (y casi todo el cuerpo) para refrescarnos de los 40 grados que llevaban muchas horas agobiándonos. Y no sólo eso, sino que la estación, en el medio de la nada, estaba abierta 24 hs, lo que me llevó a pensar que si no conseguíamos transporte pronto, habría que pasar la noche ahí, durmiendo en una mesa. A todo esto eran las tres de la tarde, todavía faltaba la mayor parte del camino, lo que equivalía a varias horas en la ruta, así que con paso de los minutos la idea de la noche en la mesa de la estación de servicio iba cobrando fuerza.


El milagro: los búlgaros en camper van

Pero la idea no duró mucho porque al cabo de escasos quince minutos, ocurrió el milagro! Una pareja de búlgaros en camper van que iban también a Ait Ben Haddou y se disculparon por no tener demasiado espacio, cuando nosotros nos sentíamos en una palacio con ruedas. Teddy y Anatoly nos abrieron las puertas de su auto y de su casa, nos dieron snacks y mucho aire acondicionado, cosas que se agradecen inmesamente en este clima abrasador. Los búlgaros estaban en su primer viaje largo con su nueva camper van e iban a estar en Marruecos por tres semanas. Tenían mapas dibujados a mano por ellos mismos y pintados con colores, como en los viejos tiempos, y habían organizado todo su viaje en base su fanatismo por las piedras semi preciosas (cosa que hay muchísimo en esta zona de Marruecos), y doy fé de que eran realmente fanáticos, porque en el camino paramos en todo puesto / local de piedras, habidos y por haber, y de todos y cada uno se llevaron algún recuerdo.

Tramo 5, los últimos 149 km con los búlgaros en camper van
El camper van de los búlgaros, con las montañas Atlas de fondo

Y en ese proceso, tuvimos la suerte de aprender técnicas de regateo nunca vistas y altamente eficientes. Resultaba que Anatoly, aún cuando sólo hablaba búlgaro, ruso y apenas unas mínimas palabras de inglés, era un regateador profesional, nivel 3.0, tanto que, según nos contaban, cuando viajaban con amigos, todos le decían a él lo que querían comprar para que, con su inmensa habilidad se encargara de conseguirlo al mejor precio siempre. Y la verdad es que el don de Anatoly es envidiable y sumamente útil en Marruecos (y en muchos otros lados del mundo también). Somos testigos de cómo logró comprar productos por cinco veces menos valor del precio inicial…lo cual es muchísimo! Nuestros aplausos para Anatoly.

Uno de los tantos locales en los que paramos en el camino

También era interesante ver la mecánica del intercambio. Los vendedores no querían solamente dinero, sino que estaban más que felices de intercambiar piedras por casi cualquier cosa que los viajeros tuvieran disponibles: botellas de agua, de vino, galletitas, caramelos, remeras, habanos, etc. Cualquiera cosa les venía bien, cualquier cosa que era mejor que tener una piedra más, entre las miles y miles que ya tenían, como estas:

Y hasta nosotros mismos fuimos protagonistas de esta curiosidad. Normalmente cuando se paraba y abría la camioneta los vendedores se acercaban a chusmear cualquier cosa que hubiera disponible para intercambiar. Nosotros no estábamos para nada en plan de comprar ninguna piedra ni gastar en nada que no fuera necesario y, lo que es más importante, de cargar peso innecesario. Así que cuando uno de los vendedores se dirigió a mí y me preguntó si tenía algo para cambiar por una piedra, le expliqué que no estaba en plan de compras y que además, tenemos pocas cosas con nosotros y todo lo que tenemos nos sirve. Ni se me había ocurrido que el sombrero blanco que nos habían regalado en un restaurante en España, como souvenir del lugar, y que era realmente espantoso podría ser objeto digno de intercambio. Pero sí lo era para él, que lo vio e inmediatamente dijo que lo quería. Y la verdad es que eso sí nos sobraba, porque teníamos uno de más, que nunca usábamos. Así que en un segundo, felizmente se puso el sombrero y se lo dejó puesto todo el tiempo que duró nuestra visita, mientras tanto yo lo acompañé al interior del local y elegí la piedra que me llevaría de recuerdo de nuestro cruce por los Atlas, que es esta:

Y así siguió nuestro viaje, entre piedras, curvas y montañas, hasta que después de unas cinco horas de haber empezado el último tramo del recorrido con los búlgaros, nos dejaron en nuestro alojamiento en Ait Ben Haddou, en medio de la noche, frente al Ksar que en ese momento se veía como una gran sombra y tendríamos que esperar hasta el amanecer del día siguiente para conocer…


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Si tienen alguna duda, consulta o sugerencia, pueden dejarla en los comentarios más abajo. Y si creen que a alguien le puede servir o interesar esta información, ¡les agradezco mucho que la compartan!


PostData 2: ¿cómo seguimos?

Si quieren leer sobre lo que nos encontramos en Ait Ben Haddou y Ouarzazate, pueden hacer click en la foto de abajo para leer el siguiente posteo…

7 thoughts on “Crónica del cruce de la cordillera Atlas

  1. Verdaderamente una “odisea”. Siempre pensé que sería muy difïcil el tema de los traslados en Marruecos.
    Lei´comentarios de otros viajeros, pero el relato de lo que vivieron supera lo imaginado.
    Para recordar y agradecer siempre esas “apariciones increíbles” justo en momentos complicados.

  2. Increíble!!!! Muy bueno el relato y las fotos. Me encantaría poder conocer gente, paisajes y cultura tan distinta. Muy lindo!

  3. Increíble odisea! Me encantó la crónica. Qué personajes los búlgaros con sus piedras preciosas! Muy linda la piedra que se llevaron de recuerdo!

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