Tagounite + Trabajo voluntario: la tercera es la vencida


Antes de empezar, una pequeña advertencia: ¿qué es este posteo?

Esto es un relato de nuestras experiencias y es 100% subjetivo. Si lo que buscan es información práctica y útil para viajar por Marruecos, con estadísticas y los datos concretos, pueden encontrar todo eso y mucho más en la Guía práctica para viajar por Marruecos (haciendo click acá). Hecha esta aclaración, vamos a lo que nos compete…


Los precedentes de Tagounite, capítulo 1: Chefchaouen

Con mucha motivación después de nuestra primera experiencia haciendo trabajo voluntario en España (que pueden leer haciendo click acá), desde antes de llegar a Marruecos ya teníamos todo nuestro viaje de tres meses bastante organizado y se suponía que aproximadamente dos meses y medio los pasaríamos haciendo trabajo voluntario de distintos tipos y en distintos lugares.

Después de los dos primeros días en Tetuán, tocaba empezar el trabajo voluntario: dos semanas en un hostel en Chefchaouen.

Llegamos al hostel y tardé cinco minutos en darme cuenta de que no iba a funcionar. El dueño, un expatriado alemán al que le gustaba vivir en África porque todo era “más relajado”, ni siquiera nos reconoció cuando nos abrió la puerta, a pesar que ese mismo día habíamos acordado nuestro horario de llegada y ahí estábamos, tal cual lo pactado.

Después de una presentación y una primera impresión un poco decepcionante nos llevó a la terraza, donde había construído una especie de “habitaciones” con paredes y cañas de bambú. Ahí se suponía que íbamos a dormir a pesar de que estaba lloviendo y los colchones estaban completamente mojados por el agua que, claro, atravesaba el bambú. Y se seguirían mojando con toda la que estaba anunciada para los días venideros. A todo esto, ya había anochecido y la temperatura era de unos 12 o 15 grados, demasiado frío para dormir casi a la intemperie y bajo la lluvia, ¿no? Y aún dentro de ese desastre, ni siquiera teníamos asignado nuestro propio lugar, nuestro propia cama con colchón mojado, como si ni siquiera hubiéra pensado en el tema antes de que llegáramos. Compartimos aquella habitación mojada y algunas breves risas con otras dos parejas que eran huéspedes. Tuvimos que activar nuestro instinto de supervivencia y vestirnos con todas las capas de ropa posibles, que estaba lejos de ser suficientes.

Como solución a la lluvia nos mudamos a una habitación dentro de la casa, con techo y paredes convencionales a la 1 am, porque unos huéspedes (de milagro) hicieron el check out a esa hora y ese espacio quedó libre. Hasta ese momento, esperamos en la habitación de bambú en la terraza, mientras las gotas de agua fría nos caían en la cabeza y en todo el cuerpo.

Al día siguiente, con muy mala sensación, hablamos con otros voluntarios que llevaban tiempo ahí y nos confirmaron lo que suponíamos, que el lugar era un desastre: no se respetaban para nada los horarios de trabajo, ni los días libres, todo era una desorganización total. Nosotros teníamos muchos proyectos personales para hacer en Chefchaouen y necesitábamos tener rutinas y horarios claros y respetados, como tuvimos en España.

Los proyectos en Chefchaouen incluían hacer fotografía y video.

Definitivamente aquello no era para nosotros, así que ese mismo día nos fuimos. Esto cambió muchísimo la economía del viaje, pasamos de tener dos semanas con casa y comida gratis a estar por nuestra cuenta y tener que pagar por todo aquello, cuando el plan original era conseguirlo a cambio de nuestro trabajo.


Los precedentes de Tagounite, capítulo 2: El lugar que nunca apareció en el mapa

Nuestro segundo arreglo de trabajo voluntario fue…la nada misma. Nunca sucedió, se esfumó en el aire. Era algo extraño, una especie de mezcla entre house-sitting y trabajo voluntario. Los dueños, un marroquí y una finlandesa, estaban ahora en Finlandia, su casa de Marruecos estaba vacía y no esperaban ningún tipo de trabajo a cambio, simplemente, según decían, querían alojar a viajeros siempre que pudieran para agradecer por toda la generosidad que habían recibido cuando ellos mismos estaban en la ruta.

¿Demasiado bueno para ser cierto? Es posible, pero aún así decidimos confiar, necesitábamos confiar. Acordamos que estaríamos ahí dos semanas, hicimos planes para esos días y fuimos muy felices imaginándolo. El dueño parecía muy entusiasmado por la idea de que vayamos, nos decía que lo íbamos a pasar genial, que nadie nos iba a molestar, que íbamos a ser totalmente libres para hacer lo que queramos. Sonaba tan perfecto que parecía que nos habíamos sacado la lotería. También nos pidió nuestro de celular y pidió que nos descargáramos Telegram, porque quería comunicarse por ese medio para mandarnos información sobre cómo llegar y demás datos prácticos.

La fecha de nuestra llegada, que él conocía desde el primer momento, se acercaba y el mensaje nunca llegaba. Nosotros no teníamos su número de teléfono así que nos tuvimos que limitar a mandarle uno, dos, varios mensajes vía Workaway, la plataforma mediante la cual lo habíamos contactado, de los cuales ninguno de ellos tuvo respuesta. Varios días después de la fecha acordada para nuestra llegada y después de que nos vimos obligados a improvisar otros planes, recibimos una respuesta que básicamente no decía nada, solo que “dentro de unos días iba a estar en línea y nos iba a escribir de nuevo”. ¿Qué? ¿Dentro de unos días? ¿Por qué no en ese mismo mensaje? ¿Por qué no varios días atrás cuando tendría que haber sido según lo acordado? Preguntas imposibles de responder, que nos dejaron otro mal sabor en la boca, otra vez cambios de planes…

Gracias a este cambio de planes, entre otras cosas, conocimos el pueblo de Imlil, en la cordillera Atlas


Tagounite, la tercera es la vencida

Y como dicen, la tercera es la vencida, la peor de todas. Una estafa. Este fue el primer trabajo voluntario que tuvimos confirmado en Marruecos, que de hecho nos confirmaron apenas unos minutos después de enviar la solicitud, un par de meses atrás. Era en Tagounite, el ante último pueblo antes del desierto del Sahara. La idea era ayudar a una familia berber con la construcción de su casa / guest-house a la manera tradicional del sur de Marruecos, con barro. El acuerdo era trabajar quince horas a la semana, a cambio de tres comidas al día. Antes de nuestro arribo hablamos varias veces con Brahim, el dueño, por chat y por teléfono. Todo perfecto. Allí nos esperaba.

A medida que nos íbamos acercando a esa esa zona el calor se hacía más y más insoportable y sabíamos que todavía faltaba lo peor. Por este motivo llegamos a pensar en cambiar los planes y tomar otro trabajo voluntario en un pueblito surfero de la costa atlántica de Marruecos, que desde el punto de vista climático sonaba mucho más lógico pero no queríamos faltar a nuestra palabra y compromiso con Brahim. Íbamos a ir y respetar los planes, hiciera el clima que hiciera. En nuestro viaje por Marruecos hicimos buena parte del camino a dedo, pero este último tramo de 230 km y cuatro horas de viaje decidimos hacerlo en bus, simplemente no soportábamos más el calor. 

Llegamos a la tarde-noche, cuando ya había bajado el sol y el calor que hacía era algo nunca visto. Nos dieron harira (sopa típica marroquí), té de menta y una cálida bienvenida, tanto por parte de Brahim, como del resto de los voluntarios que inmediatamente nos adoptaron como parte del equipo. Nos contaron sus experiencias viajando por Marruecos y cantamos canciones bajo un cielo denso y estrellado. También nos contaron que a causa del calor, no había mucho trabajo que hacer, así que trabajan menos de lo acordado.

Pasamos esa primera noche durmiendo en colchones muy finitos bajo las estrellas, en el jardín, lo cual viví como una experiencia muy buena e interesante, algo totalmente nuevo para mí. Así dormía también la familia y el resto de los voluntarios, que nos aseguraban que era la mejor opción con esas temperaturas. La otra opción no suponía mucha diferencia: eran los mismos colchones en el mismo piso de tierra sólo que rodeados de paredes de barro, en lo que sería una “habitación”. Dejando de lado el miedo que tenía de que me picaran bichos o me caminara por encima una cucaracha, fue una experiencia muy agradable y dormí muy bien.

A la mañana siguiente nos despertamos muy temprano con la luz del sol y un clima que a las 6 am ya era demasiado y a medida que pasaban las horas se hacía más y más insoportable, como si un dragón te estuviera respirando en la cara todo el tiempo, como si un secador de pelo gigante te estuviera dando a máxima temperatura en todo el cuerpo. El aire era tan seco que en pocas horas ya sentía seca la piel, el pelo, todo. Cualquier tipo de humedad había desaparecido en esa porción de la tierra.

Las únicas tres fotos que saqué durante nuestro breve paso por este lugar

En eso estábamos, esperando instrucciones para comenzar la jornada cuando Brahim le dijo a Omar que como no había trabajo que hacer teníamos que pagar nosotros cinco Euros por día cada uno a cambio de las comidas y el “hospedaje”. Está fuera de discusión si cinco Euros por día por persona era mucho o poco, el problema de aquello era que se trataba de una estafa desde el punto de vista ético. Lo que Brahim pretendía era exactamente lo opuesto a lo acordado y estaba cambiando las reglas de nuestro acuerdo cuando ya estábamos ahí y era demasiado tarde para decidir si este nuevo trato nos convenía o no. El acuerdo era tener alojamiento y comida a cambio de nuestro trabajo y ahora ¿nosotros teníamos que pagar? ¿Cómo podía ser? Estaba invadida por una ira asesina y lamentaba haber llegado hasta ahí para no faltar a nuestro compromiso con un hombre que nos había estafado, me sentía una tonta. Una vez más, el trabajo voluntario en Marruecos no había funcionado, una vez más una decepción.

Así, después de pasar las horas más calurosas de nuestras vidas y con un mal humor astronómico, juntamos fuerzas para llegar caminando hasta el centro del pueblo, que quedaba a un kilómetro y medio aproximadamente, junto con otras dos voluntarias de Holanda y de Portugal, en búsqueda de WiFi y de los horarios algún micro que nos sacara de ahí. Había que hacer nuevos planes rápido.

Con una suerte increíble y los minutos contados conseguimos pasajes para un bus nocturno que nos sacó de ese infierno esa misma noche y nos dejó en la playa, donde la temperatura, después de once horas de viaje, había bajado veinte grados y el mar nos estaba esperando. Ahí empezaría un nuevo capítulo…


Post Data 1: si quieren ayudarme, ¡no se olviden de compartir!

Si tienen alguna duda, consulta o sugerencia, pueden dejarla en los comentarios más abajo. Y si creen que a alguien le puede servir o interesar esta información, ¡les agradezco mucho que la compartan!


Post Data 2: ¿cómo seguimos?

Si quieren leer sobre lo que siguió después de Tagounite, pueden hacer click en la foto de abajo para leer el siguiente posteo…

2 thoughts on “Tagounite + Trabajo voluntario: la tercera es la vencida

  1. Qué interesante lo que contás, sobre todo porque en 20 días me voy con mi hermana a Tagounite a hacer trabajo voluntario…
    Pero al menos, uno está sobre aviso, espero que nuestra experiencia sea un poco mejor, pero todo lo que cuentan ustedes nos resulta de utilidad. Gracias por compartirlo.

    1. Hola Adriana! Muchas gracias por escribir y me alegro que el posteo te haya servido!
      Les deseo todo lo mejor en su experiencia, quizás no es en el mismo lugar donde lo hicimos nosotros (recuerdo que había muchas opciones para hacer voluntariado en Tagounite).
      Un saludo grande y éxitos!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *