Tamraght, Imsouane y Agadir: nuestra trilogía playera marroquí

Cuando llegamos a este punto, llevábamos un mes de viaje por Marruecos y estábamos totalmente agotados. Veníamos de una seguidilla de decepciones y malas experiencias y hasta habíamos acortar el viaje y tomar un rumbo totalmente diferente, cosa que por la situación geográfica de Marruecos era un poco complicada y, sobre todo, muy cara: lo más fácil y barato hubiera sido volver a Europa pero yo no podía entrar al Espacio Schengen antes del 18 de Julio por mi visa de turista (si quieren saber más sobre cómo viajar por Europa y el Espacio Schengen y no Schengen, pueden leer sobre el tema haciendo click acá). Finalmente eso no sucedió y decidimos continuar con el plan marroquí original de tres meses. 

Por otro lado, acabábamos de llegar a Agadir, un lugar que no tenía ningún atractivo en particular para nosotros y que aunque no conocíamos, siendo muy prejuiciosos, nos imaginábamos que no nos interesaba

“Pero entonces, ¿por qué fueron?” Porque como digo siempre, el viaje (y la vida) está lleno de imprevistos. Según nuestros planes originales, por aquellos días deberíamos haber estado en nuestro trabajo voluntario en el desierto del Sahara, pero como resultó ser una estafa y las 19 noches que teníamos planeado pasar ahí se convirtieron en 1, hubo que recalcular y tomamos el primer micro que conseguimos que nos sacara de ahí. Y por el apuro que teníamos, daba lo mismo que el destino fuera Agadir o el Congo Belga, lo único que queríamos era salir. Así fue como llegamos azarosamente a Agadir, y las 18 noches que ahora teníamos “libres” las dividimos de la siguiente manera: 


1 noche en un micro nocturno que nos sacó de Tagounite (y tenía aire acondicionado, ¡así que fue la gloria misma!)
7 noches en Tamraght
6 noches en Imsouane
4 noches en Agadir

Ninguno de esos destinos estaba en el plan original y surgieron producto de esa necesidad de improvisar un nuevo plan, sin alejarnos demasiado de los destinos siguientes.


Pero antes de seguir leyendo, una aclaración: ¿qué es este posteo?

Esto es un relato de nuestras experiencias y es 100% subjetivo. Si lo que buscan es información práctica y útil para viajar por Marruecos, con estadísticas y los datos concretos, pueden encontrar todo eso y mucho más en este posteo: Marruecos: guía práctica para viajeros (haciendo click acá). Hecha esta aclaración, sigamos con el relato…


Tamraght, el primero de la trilogía

El micro glorioso nos dejó en Agadir y desde ahí nos fuimos a Tamraght, una pequeña localidad playera / surfera a unos 15 km de Agadir, donde reservamos un alojamiento para las 3 noches siguientes. El pueblo en sí era bastante horrible, todo lo horrible que puede ser una ciudad costera en la que sólo se ven kilómetros y kilómetros de obras en construcción que no dejan ver el horizonte y que dentro de algunos años serán mega edificios estilo Miami sobre la costa atlántica marroquí. 

Lo que fue increíblemente bueno en Tamraght fue el clima. Después de los 42 grados y el aire seco que habíamos tenido en nuestro breve y asfixiante paso por el desierto en Tagounite, los 25 grados de Tamraght + la brisa marina se agradecían y mucho.

Además, después de las últimas malas y agitadas experiencias, lo único que queríamos era un refugio donde descansar unos días, lejos de cualquier tipo de entorno hostil. Y si bien Tamraght no nos gustaba para nada, tampoco nos importó demasiado, porque teníamos un hospedaje que nos encantaba, con vista al mar, desde el cual vimos unos atardeceres increíbles y del cual casi no salimos. 

La carpa de la terraza, uno de nuestros lugares preferidos de este alojamiento, donde pasamos grandes momentos
Y estos atardeceres…

Cuando se terminaron los 3 días que teníamos pagados, acordamos pasar los 4 siguientes en el mismo lugar, ayudando a la dueña con 3 horas de trabajo al día a cambio del alojamiento gratis. Necesitábamos como sea reducir esos gastos de alojamiento imprevistos que habían surgido de repente y ese plan nos resultaba muy conveniente. 

Estábamos tan felices en nuestra casa / cueva / refugio que incluso ir a hacer compras a la esquina, suponía un esfuerzo enorme, suponía salir de nuestra zona de confort. Habíamos atravesado más de la mitad de Marruecos viajando a dedo, en micros, colectivos locales, trenes y ahora caminar hasta la esquina parecía una barbaridad. Nuestro primer mes en Marruecos, había sido increíble, pero también, por una cosa o por otra, había tenido una velocidad que muchas veces fue más de lo que nos hubiera gustado. No había duda de que necesitábamos un descanso y ese viaje lento que tanto habíamos querido.

El supermercado de la esquina, ¡al que nos costaba tanto ir!

Esa semana en nuestra casa / cueva / refugio, de desconexión de todo el entorno que nos rodeaba fue lo que me permitió hacer lo que más quería: empezar a trabajar en el blog, que unos días más tarde vería la luz. Dejamos de ver el exterior que nos rodeaba para prestar atención al interior y viajamos durante siete días sin movernos, a través de la escritura.

Cuando la dueña del hospedaje nos dijo que ya no necesitaba nuestra ayuda, tuvimos que seguir camino y aunque en ese momento no era lo que hubiéramos querido, eso nos permitió conocer Imsouane, la meca surfera de la costa atlántica marroquí, donde pasaríamos los próximos 6 días. 


Imsouane, el paraíso surfero

Imsouane nos recibió con este mural, que no podía ser más oportuno. 

En Imsouane pasamos el tiempo dividido entre el mar y la escritura, entre la playa y la oficina móvil, entre la computadora y la tabla de surf. Desde este pequeñísimo lugar del mundo nació el blog y con él comenzó todo un nuevo capítulo que esperaba desde hace mucho y que estoy disfrutando un montón.

En Imsouane, aunque trabajamos muchísimo, pudimos descansar física y mentalmente de todo lo que había sido el ajetreo del viaje en los últimos tiempos.

Imsouane, donde disfrutamos tanto el mar…
¡Y las cascadas de arena!

En Imsouane por primera vez me puse un traje de neoprene y me subí a una tabla de surf. La playa de Imsouane es una excelente opción para surferos de todos los niveles, porque tiene olas muy largas y un mar que se hace profundo muy lentamente. Yo no tenía grandes expectativas con respecto al surfeo, no pretendía pararme en la tabla ni muchísimo menos. Sólo me dediqué a entrar al mar sin tener frío, cosa que ya era una genialidad y una total novedad para mí, y a sentarme o acostarme en la tabla y que las olas me fueran moviendo y levantando a su voluntad. Quizás otros surferos me miraron y pensaron que estaba desperdiciando la tabla, no lo sé; pero yo estaba mucho más que feliz y aquella se convirtió en una de las mejores experiencias que recuerdo estando en el agua.  

En esta playa me subí a una tabla de surf por primera vez en mi vida

Creo que el mar y las olas resultaron terapéuticos porque Imsouane fue para nosotros un nuevo punto de partida, desde donde salimos listos para volver al ruedo y encarar la segunda mitad del viaje con energías renovadas, para todas las aventuras que estarían por venir.

Mensajes que no podían ser más oportunos…

Así llegamos a Agadir, donde nos esperaba nuestro anfitrión Yasse, que nos recibiría en su casa a través de Couch-surfing. 


Agadir, donde comimos “milanesas a la marroquí”

Antes de llegar, teníamos un montón de miedos, todavía estábamos en terapia intensiva de contacto con locales e intercambio de hospitalidad y hospedarnos en la casa de Yasse suponía volver a confiar y volver al mundo del que nos habíamos refugiado los últimos 14 días. ¿Estaría todo bien? ¿Nos gustaría compartir nuestro tiempo con Yasse a cambio de hospedarnos en su casa? ¿Estábamos listos? ¿O necesitábamos más tiempo solos? ¿Sería nuevamente algún tipo de estafa? Todas preguntas que fueron automáticamente respondidas en el instante en que conocimos a Yasse y entramos en su casa. 

Pero antes de seguir con esa parte de la historia, los pongo un poco en contexto, sobre el barrio donde vive Yasse y la ciudad de Agadir: 

La ciudad de Agadir, a diferencia de muchas otras, no nos cautivó por su medina a primera vista, sino más bien, todo lo contrario.

Al llegar a Agadir nos encontramos con una ciudad moderna, y cuando digo “moderna” me refiero a construída según los principios del Movimiento Moderno o Racionalismo, corriente arquitectónica que se desarrolló entre las décadas del 20 y del 60 del siglo pasado, principalmente en Europa y Estados Unidos y en menor medida en otras partes del mundo.

Y si bien estoy muy a favor del Racionalismo, no esperaba ni quería verlo en Marruecos. Ahí quería seguir viendo medinas y ciudades con muchos siglos de historia. En cambio, me sentía como dentro de una revista de arquitectura racionalista, en cualquier otro lugar del mundo menos en Marruecos.

Con el paso de los días, Yasse nos explicaría el por qué de esto: resultaba que Agadir no era una ciudad moderna ni mucho menos, sino una muy antigua que solía tener una medina de lo más auténtica. Pero se destruyó en unos segundos, la noche del 29 de Febrero de 1960 cuando un terremoto azotó a la ciudad, en el cual murieron 12.000 personas.

Por esto, cuando la ciudad se reconstruyó, se hizo a estilo y semejanza del movimiento arquitecto que estaba de moda por aquellos días, el racionalismo.

Un poco de la arquitectura racionalista de Agadir

Volviendo a nuestra llegada y encuentro con Yasse, su barrio, que entre la arquitectura racionalista y los carteles en francés, me parecía mucho más algún rincón de los suburbios de París que de Marruecos. 

Exactamente lo mismo sentí al entrar a su casa, que no se parecía en nada a muchas otras que habíamos conocido. Y más allá de las diferencias que pudiera haber en cuanto a muebles y objetos que me sonaban conocidos de otras latitudes, la mayor diferencia fue la actitud de Yasse.

Cuando llegamos la casa estaba sucia porque había habido una cena la noche anterior y Yasse no había tenido tiempo de limpiar. Y eso, que en otro caso hubiera quedado así sin ningún problema, para Yasse significó disculparse, decirnos que eso no era para nada normal y ponerse a limpiar inmediatamente. Nosotros le ofrecimos ayuda y ahí estábamos, cinco minutos después de haber llegado, los tres limpiando el que sería nuestro pequeño paraíso agadireño durante los próximos cuatro días. Eso ayudó a que nos apropiáramos del espacio y nos sintiéramos como en casa en un abrir y cerrar de ojos. 

Todo ese combo, sumado a una cálida y sentida bienvenida de Yasse fueron justo lo que nos había recetado el médico para volver a sentirnos cómodos en nuestro reencuentro con la cultura local.

Aunque claro, esto de “local” acá va entre comillas, porque Yasse no es para nada un marroquí típico. Les cuento su historia, que me encanta porque es un ejemplo de perseverancia y determinación, que demuestra que no existen imposibles cuando tenemos claro nuestro objetivo:

Algo que me llamó mucho la atención en Marruecos, es la cantidad de idiomas que se hablan, y el caso de Yasse es un ejemplo del esfuerzo que hay detrás de eso. Su lengua materna es el árabe y cuando empezó la escuela secundaria tuvo su primer clase de francés. Ahí se encontró con que el resto de sus compañeros, que venían de escuelas privadas, ya sabían bastante francés y él, nada. Después de la frustración inicial de aquella primera clase, se dió cuenta de que no había tiempo que perder, tenía que ponerse al día con sus compañeros como fuera. Así, empezó a estudiar francés por su cuenta, mirando películas y escuchando a Édith Piaf.

No hay duda que aquel esfuerzo y auto-superación valieron la pena: cuando terminó la secundaria, Yasse se fue a vivir a Francia, donde siguió estudiando y trabajó durante seis años. Cuando volvió a Marruecos, no sólo hablaba perfecto francés, sino que había tenido la oportunidad de vivir en otro país (cosa que no es muy fácil para un marroquí) y ver cómo funciona el mundo afuera, qué hay más allá de las tantas fronteras de su país, muchas físicas y muchas otras, culturales. Esto le dio la capacidad de poder ver y entender su lugar de una manera mucho más amplia y, aún así, seguir eligiéndolo.

Hoy vive en Agadir, su ciudad natal, trabaja para una empresa francesa y usa su perfecto francés todos los días, hablando con los clientes por teléfono.

Con Yasse compartimos cuatro días increíbles. Entre ellos hubo muchas charlas que nos hicieron entender cosas de Marruecos que no entendíamos hasta ese momento y cambiaron nuestra forma de ver y vivir aquel entorno en el que estábamos. 

También compartimos unas comidas tan espectaculares. Yasse es un cocinero excepcional que nos dejó sin palabras. Por aquellos días estábamos en el mes de Ramadán, así que unas horas del iftar (que significa “des-ayuno” y se come al momento de la puesta del sol), empezaba la magia y Yasse preparaba unas comidas exquisitas con una dedicación y una facilidad admirable. No recordamos haber comido unas comidas tan ricas en todo nuestro viaje por Marruecos, como en aquellos cuatro días en la casa de Yasse.

Algunos ejemplos: sopa oriental y mi favorito, tagine de pollo al limón con olivas verdes
Y de postre, el mejor Apple crumble de la historia, ¡decorado con Macarons!

El último día fue quizás el más especial: como agradecimiento por su hospitalidad, nosotros quisimos ofrecerle una comida típica de Argentina, algo que él nunca hubiera probado, para que le quedara como recuerdo nuestro. Así fue que se me ocurrió preparar mi comida favorita (que además hacía cinco meses que no comía, porque no es tan fácil de comer fuera de Argentina): ¡milanesas! Compramos pechugas de pollo, el pan rallado (que es es una excentricidad, y ¡es carísimo!) y preparé 1 kilo de milanesas. Y acá viene la parte que lo hizo tan especial: el objetivo principal del Couch-surfing es fomentar el intercambio cultural, que ese día, alcanzó su máximo esplendor: nosotros aportamos la argentinidad de las milanesas, y Yasse se encargó de servirlas a la manera local, a lo que además le agregó su toque de cocinero de primerísimo nivel. Así fue como esa noche, comimos lo que bauticé como “milanesas a la marroquí”, esto es, los tres sentados alrededor de una enorme bandeja que Yasse decoró como si fuera una pintura, con tres tipos de mayonesas caseras diferentes, otros tantos tipos de tomates cherrys y las infaltables aceitunas. Y como no podía ser de otra manera y como indica la costumbre marroquí, ¡las comimos con la mano! Y en ese pequeño gesto, nuestros mundos, tan alejados y distantes, por un momento, se unieron en uno sólo… y yo creo que esas fueron las mejores milanesas de mi vida. 

Las milanesas en tres actos: crudas, cocidas y en versión “a la marroquí”

Gracias Yasse por tu inmensa hospitalidad, que hicieron que nos llevemos de Agadir, no el recuerdo de un lugar lindo más para la lista, sino una gran amistad.


Algunas otras anéctodas de Agadir


Pelea de vientos

Agadir fue el primer lugar que conocí en el que hacía más calor de noche que de día. Históricamente, en Buenos Aires, donde siempre viví o en cualquier otro lugar que haya visitado, es normal que haga más calor durante el día y menos durante la noche. En Buenos Aires esto es especialmente así en primavera y verano, en donde puede hacer muchísimo calor durante el día, pero siempre hay que llevar un abrigo para la tarde-noche. En Agadir, esto era literalmente al revés. Yasse nos explicó que esto pasa por los distintos vientos que se unen en Agadir, los que vienen del Oceáno Atlántico (frescos) y los que vienen del desierto del Sahara (cálidos). Durante todo el día están “combatiendo” a ver quién gana y toma la ciudad. El resultado es que, en general, durante el día gana el oceánico, por eso es fresco y durante la noche, el sahariano, por eso es cálida.


Una clase de “zoco”

En Agadir aprendimos cómo hacer compras en el zoco, porque aunque lo habíamos hecho varias veces antes, hacerlo con Yasse cambió todo. El zoco de Agadir es uno de los más grandes que vimos e ir a hacer compras ahí es todo un plan. En esa visita con Yasse, entre otras cosas, aprendimos a comprar pollo (los vegetarianos, veganos o impresionables pueden pasar al siguiente párrafo, porque voy a explicar cómo es este proceso). En los zocos de Marruecos el pollo se compra fresco, en otras palabras, vivo. Hay locales donde hay un montón de pollos por ahí, caminando por el piso, le decís al vendedor más o menos cuál querés por el tamaño, te lo pesa y te dice el precio (que cotiza entre 15 y 20 Dirhams el kilo de pollo vivo). Si estás de acuerdo con la transacción, el vendedor te hace un último gesto en forma de pregunta para confirmar antes de…matarlo, porque después no hay vuelta atrás. Si, esto es horrible pero si comes pollo esto es lo que pasa, sea a nivel industrial y con un montón de cadenas y comercios de por medio, o sea en un zoco de Marruecos, donde la orden de matarlo la das vos y pasa directamente del dueño del pollo a la bolsa que te llevas. Algunos prefieren ir dar a una vuelta y volver unos cinco minutos más tarde, tiempo que tardan en hacer todo el proceso para que el pollo esté listo. Les dejo un video de los puestos que venden pollo fresco en el zoco de Agadir, para ilustrar mejor esto que les estoy contando:


Picnic playero de medianoche

Y para cerrar nuestro paso por Agadir, la noche anterior a irnos, que era además una de las últimas noches de Ramadán, se nos ocurrió dar un paseo nocturno por la playa, cerca de la medianoche. Después de vivir un mes entero de Ramadán en Marruecos, sabíamos que la gente cambia todo lo que puede sus horarios y vive más bien de noche, y esa noche vimos esto en su máxima expresión. Nunca había visto una playa tan llena de gente a la noche. El clima era ideal, ni mucho frío ni mucho calor y los grupos de familias o amigos habían ido a la playa con unos picnics increíblemente elaborados. Tenían lonas gigantes que funcionaban como mesas y todo tipo de comida. ¡Y tampoco faltaba gente nadando en el mar! Era un espectáculo, una fiesta con todas las letras y fue genial poder haber estado ahí.


Resumiendo

Por todo esto, los 19 días que pasamos entre Tamraght, Imsouane y Agadir, nuestra trilogía playera marroquí no planificada, no fueron días en los que visitamos lugares “lindos”, pero sí fueron lugares, que por una cosa o por otra, vivimos experiencias muy interesantes, que nos marcaron y cambiaron nuestra forma de vivir el viaje…


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PostData 2: ¿cómo seguimos?

Si quieren leer sobre lo que siguió después de Agadir, pueden hacer click en la foto de abajo para leer el siguiente posteo…

2 thoughts on “Tamraght, Imsouane y Agadir: nuestra trilogía playera marroquí

  1. Hola…tengo una pregunta. En agdair hay algún postre típico de la ciudad? Soy estudiante de gastronomía y debo elaborar la receta de un postre típico de agdair..será que pueden ayudarme?

    1. Hola Susana,
      Gracias por escribir. La verdad no sabría decirte. En Marruecos la mayoría de la pastelería es legado de la época en que fueron colonia francesa.
      Un abrazo y suerte!

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