Llegar a Marruecos: menos poesía y más practicidad
Tánger. Siempre pensé que si alguna vez iba a Marruecos, el primer lugar que visitaría, la puerta de entrada, sería Tánger. Quizás porque suponía que vendría desde España y este es el punto más cercano con su país vecino europeo, separados geográficamente por tan sólo 14 km y culturalmente por un mundo.
Y si, vinimos desde España, siguiendo una ruta imaginaria que comenzó en Madrid, continuó por Córdoba, Frigiliana, las Alpujarras Granadinas, y en el camino iban apareciendo cada vez más azulejos, cada vez más rastros de un pasado árabe – musulmán, camino por el que alguna vez habrían transitado los exiliados de Al-Andaluz, después de haber habitado en la Península Ibérica durante ocho siglos.

Me resultaba poético pensar que yo estaba siguiendo de alguna manera ese mismo camino y me parecía lógico que el primer puerto que viera del otro lado del mar Mediterráneo fuera Tánger.
Pero antes de seguir leyendo, una aclaración: ¿qué es este posteo?
Esto es un relato de nuestras experiencias y es 100% subjetivo. Si lo que buscan es información práctica y útil para viajar por Marruecos, con estadísticas y los datos concretos, pueden encontrar todo eso y mucho más en este posteo: Marruecos: guía práctica para viajeros (haciendo click acá). Hecha esta aclaración, sigamos con el relato…
Cuando estábamos planeando el viaje, estudié muchas opciones y formas de llegar a Marruecos e hice todo lo posible porque Tánger fuera aquel primer lugar. Pero resultó que viniendo desde Frigiliana, nuestro último destino en tierra española, no era viable ir hasta Tarifa para tomar el ferry que une esta ciudad con la de Tánger, sino que, por muchos motivos, era más conveniente tomar el ferry que unía Algeciras con Ceuta. Por esas cosas inexplicables del colonialismo y otras yerbas, Ceuta también es territorio de España, así que para “llegar” a Marruecos, teníamos que recorrer unos cinco kilómetros desde el puerto de Ceuta hasta una de las fronteras más feas que ví en mi vida y cruzarla caminando. Como dije más arriba, por varios motivos este plan resultaba más conveniente, pero eso sí, era mucho pero mucho menos poético…

Esa fue la historia de cómo la practicidad le ganó a la poesía y por qué Tánger no fue nuestra puerta de entrada a Marruecos, como siempre lo había imaginado. De hecho, como teníamos un itinerario un poco abierto y una salida del país repleta de incertidumbre por distintos temas burocráticos, me “preocupaba” irme de Marruecos sin conocer Tánger. Sin duda me habrán quedado muchos lugares por conocer y explorar, pero favor, no quería que uno de ellos fuera Tánger.
Tánger: la puerta de salida menos esperada
Pasaron tres meses, mil aventuras y al final de todo, por fin, llegamos a Tánger. Y como el viaje a veces cambia por completo nuestros planes y nos lleva por caminos inesperados, Tánger fue, contra todo pronóstico, nuestra puerta de salida, nuestro último destino en Marruecos. Llegamos a Tánger con el ojo entrenado, sabiendo algunas palabras de árabe, conociendo mil y una forma de regateo, sabiendo cómo tomar colectivos locales, cuánto deberían costar más o menos las cosas, sintiendo que durante los tres meses anteriores habíamos aprendido un montón de Marruecos y Tánger era la última oportunidad para poner en práctica nuestros aprendizajes.

Y como todo pasa por algo y todo es un aprendizaje, esta inversión de “entrada / salida” me llevó a generar un montón de reflexiones. Mientras caminaba las calles de la medina, intenté imaginar qué pensaría de Tánger si esto fuera lo primero que viera de Marruecos, si estuviera recién llegada. ¿Cómo sería diferente mi percepción? ¿Lo sería? También pensé cómo fueron nuestros días en Tetuán, ciudad a la que por azar le tocó ese lugar de primera parada en este viaje. ¿Cómo se vería Tetuán si fuera la última? ¿Cómo era aquella Noe del 18 de Abril de 2019, recién llegada a Marruecos, recién llegada a África, recién llegada a un país árabe y musulmán? ¿Y cómo es ésta, con tres meses más de vida y tres meses de viaje por Marruecos? Si quieren saber más sobre las respuestas a estas preguntas, pueden leer acá la Carta de despedida a Marruecos.

Además de esta cuestión de “entrada / salida”, “principio / final”, más allá de todo eso…¡Cuánta curiosidad tenía por ver Tánger! Me intrigaba mucho conocer cómo era este lugar, esta entrada a África, separada de Europa por apenas 14 km, y al mismo tiempo, tan increíblemente lejana. ¿Qué podrían tener en común?¿Qué tendrían de diferente? Tánger es considerada la “ciudad más europea de África” y yo quería ver de qué se trataba esto.

Ahora puedo decir que Tánger me sorprendió y me cautivó. Por momentos se siente la más pura esencia de Marruecos, esa autenticidad que parece estar fuera de cualquier temporalidad y es indiferente al paso del tiempo. Esos fueron mis momentos favoritos, que en general suceden de la mano de una caminata por la medina, esa forma de urbanismo que me resultó durante todo el viaje tan exquisita, tan especial, tan única como no hubiera podido imaginar. La escala, el caos, la magia, los olores, los personajes, los colores, todas cosas que invitan a caminar una y otra vez por ese laberinto del que no dan ganas de salir.


Muchas medinas en Marruecos son muy similares entre sí, pero la de Tánger, tenía algunas particularidades. Ahí encontré balcones que me hicieron dudar y preguntarme…¿sigo en Marruecos? ¿O fue sólo un sueño y nunca me fui de Europa? Balcones que reflejan en su estilo arquitectónico un pasado colonialista, balcones que no se parecían a nada que hubiéramos visto durante los tres meses anteriores, que no parecían de Marruecos y sin embargo, ahí estaban…

Tánger fue para nosotros, además de nuestro último destino, nuestro puerto de reflexión, desde donde recorrimos y revivimos mentalmente cada día y cada aventura de nuestro viaje. Fue el lugar desde donde nos despedimos, desde donde cerramos el capítulo “Marruecos” de nuestras vidas y concentramos nuestras energías en abrir el siguiente. Fue el lugar desde donde hicimos balances, desde donde vimos lo bueno, lo malo, lo que nos gustó y lo que no.
En Tánger nos pareció que había sido en otra vida ese recién llegar a un lugar en el que cada mínimo detalle era nuevo, en el que todo estaba por aprender y descubrir. Y para despedirme, en Tánger armé esta foto: a la izquierda, mis pies (y mis zapatillas de trekking que encontré en una esquina de Madrid), recién llegados a Tetuán, a Marruecos, a África, todo lo cual era una primera vez, sobre estos azulejos que desde siempre fueron mi debilidad. A la derecha, los mismos pies, pero después de 86 días de haber recorrido estas tierras, pies que por el paso del tiempo y de las estaciones, se ven ahora más veraniegos, con mucho camino andado, y despidiéndose desde Tánger, pisando otros azulejos igualmente hermosos, que siguen siendo mi debilidad.

PostData: si quieren ayudarme a seguir con este proyecto, ¡no se olviden de compartir!
Si tienen alguna duda, consulta o sugerencia, pueden dejarla en los comentarios más abajo. Y si creen que a alguien le puede servir o interesar esta información, ¡les agradezco mucho que la compartan!