Viajamos a Finlandia, con Omar en Agosto del 2017. O mejor dicho, viajé, porque si bien fuimos juntos, él no estaba “viajando” sino volviendo a casa. Para los que no saben, Omar, mi compañero de rutas y de vida, es mitad finlandés y mitad español. De ahí que este viaje fuera muy particular para ambos: él estaba volviendo a reencontrarse con Finlandia por un breve período de tiempo después de haber estado afuera dos años y medio y yo, estaba yendo a conocer a su familia, a sus amigos, a su vida antes de que llegara a Buenos Aires. Probablemente, de no haber sido así la historia de nuestros orígenes, no hubiera viajado a Finlandia en aquel momento, había muchísimos países antes en mi lista de deseos. Pero este viaje era algo más, algo muy diferente a lo que había sido cualquier otro viaje antes.
Llegamos al verano finlandés, que de verano para mí sólo tenía el nombre, porque en un mes entero hubo apenas tres o cuatro días que pasaron los 20 grados (¡y tampoco los pasaron mucho!), el resto fueron bastante fríos y lluviosos, tanto que casi no me saqué las botas de lluvia que me prestó su mamá, que fueron el mejor calzado que pude tener por aquellos días.

Llegamos a ese “verano”, después de haber estado en el sur de España, en Granada, en La Alhambra, rodeados de azulejos árabes que amo, de pueblos blancos y de calles laberínticas propias de la época de dominación musulmana en la región. Allá estaba como pez en el agua, aquello era lo mío, sin duda.
Pasar de eso a un entorno frío, gris, lluvioso, en el que los pueblos blancos fueron reemplazados por árboles y lagos, fue un poco difícil al principio. Toda mi vida viví en una ciudad y soy urbana por naturaleza. Aquel entorno natural infinito, que Omar tanto extrañaba, a mí me resultaba demasiado. Durante los primeros días extrañé mucho España. Omar me explicó que esa sensación era normal, que a mucha gente le tomaba tiempo enamorarse de Finlandia y que a veces no es un amor a primera vista, como el que pasa (con una probabilidad mucho más alta) en cualquier esquina de Roma, París o Madrid. El amor por Finlandia era algo que había que cocinar a fuego lento y yo solo esperaba que tardara menos de un mes, que era el tiempo que teníamos.

Finlandia era totalmente diferente a cualquier país que hubiera visitado antes. Era inmensamente distinto a Argentina, cosa que suponía, pero también era muy diferente al resto de Europa, o por lo menos a los lugares donde yo había estado, cosa que fue una sorpresa. De muchos de aquellos lugares tenía (incluso antes de viajar) referencias enormes o pequeñas que me unían a ellos de alguna manera: con España el idioma; con Italia la sangre, las tradiciones, las costumbres, las comidas; hasta con Francia encontraba conexiones entre la arquitectura parisina y la de Recoleta. Con Finlandia, sin embargo, no encontraba en mi inconsciente ninguna referencia conocida.
Así, de a poquito y haciendo mucha vida de familia y amigos, fueron pasando los días. Y en un determinado momento, mientras estábamos viajando en un micro, miré una casita típica del campo finlandés, de madera, hecha con los árboles de la zona, rodeada de un campo muy verde y tuve una revelación, de repente lo ví, empecé a ver todo lo bueno e increíble que tenía Finlandia. Empecé a disfrutarlo. El amor a fuego lento había aparecido y ahora todo tenía otro color.

Se suponía que ésta fuera sólo la introducción y se hizo larguísima, pero me parecía importante explicar el contexto de mi llegada a Finlandia para que mis impresiones tuvieran más sentido.
Con respecto al estilo de vida en Finlandia, tema que me habían pedido y que será el primer posteo de la sección “Escritos a la carta”, ahhh, el estilo de vida, eso sí que es realmente bueno.
Aquellos que viven en Buenos Aires sabrán de qué hablo cuando digo que siempre vivimos en estado de alerta, un estado que puede tener diferentes niveles, por diferentes motivos: inseguridad, tránsito, economía, el subte siempre lleno, etc., etc., etc. O por lo menos así lo vivía yo. Y ojo, no es que lo estuviera pensando todo el tiempo. Muchas veces es tan inconsciente que casi no lo percibimos, mientras está ese chip prendido no lo notamos y la vida sigue, es nuestra normalidad. En Finlandia, como en ningún otro lugar antes, ese chip se me apagó por completo. Para mí era una novedad, una sensación única que se parecía a estar flotando, relajada, como si me hubiera sacando una enorme mochila de encima. Esa sensación era nueva para mí, claro, pero los finlandeses, ¡viven así todo el tiempo!
¿Y cómo afecta esto a las conductas, al estilo de vida, al día a día? Se los cuento a través de algunas curiosidades que ví en Finlandia:
Los chicos dejan sus juguetes en la plaza del barrio, se van a sus casas, vuelven al día siguiente y los juguetes ¡siguen ahí! Que si lo piensan, es muy lógico, después de todo, ¿qué sentido tiene llevarlos y traerlos si nadie los va a robar…?
En Finlandia hay lugares públicos para lavar alfombras (las casas suelen tener muchas alfombras, en todos los ambientes). Cuando digo públicos me refiero a que están al aire libre, sin ningún tipo de cerramiento ni protección ni nada, simplemente cualquiera puede usarlos. Son como una especie de bañeras enormes, que suelen estar cerca de algún lago (dato: Finlandia tiene 187.888 lagos, tranqui) y tienen una suerte de plancha para escurrir el agua y un espacio para dejarlas secando mientras la gente se va a su casa porque…lo mismo que con los juguetes…¡nadie va a llevarse una alfombra ajena!

En Tampere, la ciudad de Omar y la segunda más grande de Finlandia, quise vivir esto en primera persona y llevarlo al extremo: dejé la bicicleta en la puerta del supermercado, con mi campera atada y cincuenta euros en el bolsillo. Entré a comprar como si eso fuera lo más normal del mundo y, cuando salí, todo estaba en su lugar. ¡Cómo me gustás Finlandia! ¡Qué fácil es acostumbrarse a esto!
En Tahmela, uno de los barrios de Tampere y el favorito de Omar, hay huertas urbanas que se alquilan a los vecinos por una suma bajísima, casi simbólica (unos quince euros por año), para que cada uno lo use a gusto y piaccere y plante en él lo que más le guste. Así pueden tener frutas y verduras de cosecha propia durante el verano y, algo muy común y delicioso, frutos rojos congelados o en forma de mermelada para el invierno, mientras la huerta está bajo nieve esperando la tan ansiada primavera. Además, la mayoría de los finlandeses aman fuerte la naturaleza y tener tu propia huerta aún si no tenés espacio en tu casa, es una gran opción para conectar con la tierra en el día a día.

En Finlandia jamás se entra a una casa, propia o ajena, con zapatos. Las casas suelen tener un mueble justo al lado de la puerta donde se dejan los zapatos de todas los habitantes de la vivienda y también de las visitas. Esto es super importante para mantener la limpieza de la casa y no traer la suciedad del exterior. Recordemos que las están están llenas de alfombras y esto ayuda mucho a mantenerlas limpias.

Los finlandeses también inventaron esta genialidad que se encuentra en todas las casas: un secaplatos gigante integrado a la alacena. Esto soluciona el problema de perder espacio en la mesada y que siempre el secaplatos ande dando vueltas por ahí…¡es un éxito! Puede ser con o sin puertas, en este caso, sin.

Y mi actividad / momento favorito en Finlandia y que tanto refleja el estilo de vida de los finlandeses: ¡el sauna! Que como es un tema muy amplio, se merece su propio posteo (para el cual dejo el link al final).

Guardo el recuerdo de Finlandia como el de un país en el que me trataron increíblemente bien, con una generosidad inmensa en cada gesto que hizo de este viaje una experiencia única. Un viaje que no fue tan “de turismo”, no se trató de ver monumentos o lugares históricos, sino de conocer a su gente y compartir su día a día. Se trató de ver y experimentar la vida local, la que siempre fue la vida de Omar y que ahora decidió compartir conmigo.
Aprovecho este posteo para agradecer a todos y cada uno de los amigos y familiares que nos recibieron con las puertas abiertas en todo momento y compartieron con nosotros unos pedacitos de sus vidas, mientras estábamos viajando-viviendo por Finlandia.
PostData 1: si quieren ayudarme a seguir con este proyecto, ¡no se olviden de compartir!
Si tienen alguna duda, consulta o sugerencia, pueden dejarla en los comentarios más abajo. Y si creen que a alguien le puede servir o interesar esta información, ¡les agradezco mucho que la compartan!
PostData 2: ¿quieren seguir leyendo?
Si quieren leer más acerca de Finlandia, no se pierdan estos dos posteos, en los que les cuento todo sobre la sauna y la gastronomía finlandesas.
Genial justo esto es lo que me faltaba para terminar mi trabajo, al fiiiiin T.T GRACIAS!
Muchas gracias a vos por leer!!! Soy curiosa, un trabajo de qué? Saludos!