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Housesitting:                       Guía para viajar por el mundo cuidando casas
Temas varios

Housesitting: Guía para viajar por el mundo cuidando casas

Si, sé que suena demasiado bueno para ser verdad. Lo sé porque yo también pensé lo mismo cuando leí sobre…

House-sitting: crónica de nuestra primera vez
España

House-sitting: crónica de nuestra primera vez

Cuando empezamos a soñar con renunciar a nuestros trabajos para comenzar un viaje alrededor del mundo sin límite de tiempo,…

¡Hola!

¡Hola! Somos Noe y Omar y les damos la bienvenida a Escribiendo por el mundo, el blog con el que los invitamos a acompañarnos en este viaje para que vean el mundo tal como lo estamos viendo, a través de nuestros ojos y palabras, mientras cumplimos el sueño de viajar sin límite de tiempo y compartir nuestras experiencias.

Si les interesa lo que hacemos y quieren ver el día a día del viaje pueden seguirnos en Instagram, Facebook o escribirnos a escribiendoporelmundo@gmail.com.

¡Nos leemos por el mundo!

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Días 9 y 10: Marienhamn. Fin de fiesta. ¡Graci Días 9 y 10: Marienhamn.

Fin de fiesta.

¡Gracias universo por otra experiencia tan enriquecedora!

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Día 8: Kökar - Lemland Nos fuimos de Kökar con Día 8: Kökar - Lemland

Nos fuimos de Kökar con la sensación de que ahí hubiéramos podido felizmente quedarnos más tiempo. Y, aunque no lo hicimos porque el camino seguía, me gustaba irme con esa sensación y no con la opuesta. 

Desde Kökar tomamos otro barco gratuito que tardaba unas tres horas y paraba en varias de las islas que pertenecen al archipiélago de Åland y terminaba en Lumparland. Para ese entonces ya hacía cada vez más y más calor, mucho más del que hubiera sido necesario. Tanto calor hacía que en una de las paradas, un adolescente que viajaba en bici con su hermano mayor y su papá, bajó del barco, corrió hasta el muelle de madera que estaba a unos 100 metros, se tiró al agua, salió, volvió corriendo al barco, todo eso mientras yo lo miraba transpirando desde la cubierta y pensando que el pibe había tenido la mejor idea del mundo. Así como salió del agua, completamente mojado y sin remera, se quedó todo el resto del viaje. Pero bueno no digo nada, pues quejarse del calor por estos lares es poco menos que sacrilegio.

Ese día dormimos en uno de los lugares más lindos del camino, en una playa que con el paso de las horas nos quedó toda para nosotros, a la orilla de un mar que era mar pero se parecía mucho más a un lago.

Al día siguiente seguía haciendo tanto calor que fue la primera vez que nadamos a la mañana, antes de empezar la ruta del día. Quizás también fue porque se estaba acercando el final de esta aventura y parecía que había que aprovechar hasta el último minuto. Ese día llegaríamos a Mariehamn, el último destino de este viaje, un viaje que, para variar, no quería que se acabara nunca.
Día 7: Korppoo - Kökar Muchas veces escuché co Día 7: Korppoo - Kökar

Muchas veces escuché cosas buenas de los suecos, dichas por finlandeses y especialmente señalando que los suecos son mejores en todo: son más felices, por tener tierras más al sur tienen papas y frutos rojos antes en el año, tienen montañas, en fin, que parece que todo les sale mejor. O eso dicen los finlandeses, que los sienten como esos primos cercano a los que la vida siempre les sonríe.

Eso había escuchado, pero no tenía idea de cuánto tenía de verdad; hasta el séptimo día de este viaje no había conocido ningún sueco.
Ese día tomamos otro barco gratuito desde Korppoo y tres horas después llegamos a Kökar, la primera de las islas del archipiélago de Äland, una región autónoma que pertenece a Finlandia, donde la enorme mayoría de la población es de origen y habla sueca.
Ese mismo día, un par de horas después de llegar, empecé a pensar que quizás los finlandeses tenían razón en su apreciación sobre sus vecinos; es que comparado con nuestra experiencia en Jurmo, Kökar parecía un carnaval.

Ahí conocimos a Oskar, el hombre que atendía la proveduría del camping donde paramos. Oskar hablaba poco y nada de finés, pero eso no le signifiaba ningún impedimento. Nos preguntó si estaba bien para nosotros hablar en inglés y, como dijimos que sí, se largó a contarnos su vida y lo siguió haciendo todas y cada una de las veces que nos encontramos.
Oskar había nacido ahí, en Kökar, en un pueblo muy cercano al camping, en una familia de habla sueca. A los 18 años se había ido a estudiar a Suecia y, cuando terminó, había decidido volver a Kökar. Esa era su casa y ahí quería estar. Nos mostró en el mapa de la isla donde vivía y fotos de su casa, de sus paseos por la isla con su perro y del invernadero que estaba construyendo para plantar tomates y luego venderlos en la proveduría del camping.

Gracias Oskar por esa cálida bienvenida a Kökar, tu casa, y a Åland en general. Gracias por todas esas conversaciones que no pudimos tener en Jurmo y se compensaron con creces en Kökar. Porque, al final, siempre lo que más recordamos de cada lugar, son esas personas que se cruzaron en nuestro camino y, de una forma u otra, lo hicieron un poquito más especial.
Día 6: Jurmo - Korppoo El viaje de vuelta desde Día 6: Jurmo - Korppoo

El viaje de vuelta desde las islas del archipiélago exterior hasta lo que sería el archipiélago principal fue mucho más corto a la vuelta que a la ida. El barco, que el día anterior no había circulado por ser Juhannus, estaba que explotaba y en lugar de parar en las cinco islas usuales del recorrido paró solo en tres. Para la gente que no pudo subir al barco en las dos últimas islas organizaron viajes en lanchas-taxi, todo gratis, igual que el barco principal.

El barco nos dejó en Pärnäinen y ahí mismo tomamos la balsa (también gratis) que nos cruzó hasta la siguiente isla, Korppoo.

Korppoo representaba el cierre de una etapa, era el último punto de nuestro recorrido dentro del territorio finlandés, antes de seguir camino al territorio autónomo de Åland. 

También, Korppoo era el final del recorrido del saaristobussi (bus del archipiélago), que venía desde Turku y que habíamos usado unas cuantas veces en nuestro recorrido.

Para cuando subimos a la balsa eran las 5 de la tarde y teníamos unos 14 kilómetros por delante hasta llegar al punto donde íbamos a dormir. Otra vez no había chance.

Por casualidad (o no) en nuestra balsa también estaba, otra vez en nuestro camino, el saaristobussi manejado por el mismo chofer que nos había llevado todos los días anteriores y ya se sentía como un tío del camino. 

Así, caímos en la tentación (que era muy tentadora) una vez más y tomamos de nuevo el bus por unos 9 km, hasta la centro de Korppoo, el final de su recorrido. Esa fue la última vez que vimos al chofer. 

Pero el día todavía era joven y entre una cosa y otra terminamos caminando unos 8 km, para ir a la playa, a comer y a dormir.

Ese día dormimos en el peor lugar de todo el viaje, al lado del puerto por donde toda la noche circularon camiones de doble acoplado que hacían temblar la tierra como si hubiera un terremoto y, claro, no me dejaron dormir.

Pero no importaba, al día siguiente empezaba un nuevo capítulo del viaje y se respiraba mucha adrenalina en el aire.

Continuará…
Día 5: Jurmo y más Jurmo En Finlandia la fiesta Día 5: Jurmo y más Jurmo

En Finlandia la fiesta de Juhannus es una de las más importantes del año, a nivel de Navidad y quizás más importante que Año Nuevo. En el calendario festivo aparece marcada dos días consecutivos, que se llaman Juhannus Attos y Juhannus Päivä, lo que se podría traducir como víspera de Juhannus y día de Juhannus. Para estas fechas la gente viaja muchísimo, en general con el objetivo de alejarse de las ciudades y sumergirse en la naturaleza que tanto disfrutan. El movimiento se suele hacer en los días previos, para estar ya bien instalados en destino y en total quietud durante la víspera y día de Juhannus. 

Pero nuestro viaje, que había coincidido por casualidad con estas fechas, no era un viaje de Juhannus y se basaba en el concepto diametralmente opuesto a la quietud, el movimiento. Movimiento usando nuestras piernas, transporte público y haciendo dedo, todo muy flexible. 

El siguiente paso, en cambio, incluía una adaptación extrema a unos horarios impuestos: teníamos que tomar el famoso barco que tardaba cinco horas, tenía unos horarios que cambiaban según el día de la semana y solo circulaba una vez al día en cada dirección (los domingos solo en una). Y como si esto fuera poco todo esto estaba programado para pasar el mismísimo día de Juhannus. No podía ser mejor. 

Ese día era sábado y el horario del barco de los sábados estaba chequeado y re chequeado mil veces. No se me ocurrió pensar o leer la letra chica del cronograma de la naviera (quien lee las letras chicas, que arroje la primera piedra) donde decían que el día de Juhannus EL BARCO NO CIRCULABA. Esta información se cruzó milagrosamente en nuestro camino el día anterior a empezar el viaje y ese detalle nos hizo tener que hacer malabares con la planificación a último minuto. Ya no teníamos que tomar el famoso barco el sábado sino el viernes. Así, en un segundo, tuvimos un día menos para llegar al puerto. Esto creó un desbalance de proporciones bíblicas. 

Y esta es la historia de por qué los tres primeros días se llenaron con una cantidad de kilómetros que no pudimos cubrir a pie y de por qué pasamos dos días en Jurmo, cuando la idea era estar solo uno.

Continuará…
Día 4: Nauvo - Jurmo En el puerto de Jurmo, desp Día 4: Nauvo - Jurmo

En el puerto de Jurmo, después de cinco hermosas horas navegando a través del archipiélago exterior finlandés, nos enteramos que, como celebración de Juhannus, esa tarde izarían el mástil que todo el pueblo había estado decorando, pueblo formado por unas 7 personas que vivían en Jurmo de forma permanente. 

Allá fuimos, para compartir con locales y visitantes uno de los momentos más importantes del año. Unos 10 hombres ayudaron a izar el mástil que se mantendría así, custodiando la isla hasta bien entrado el otoño. El momento quedó sellado al grito de “Hyvää Juhannusta”. Luego cada grupo armaba su programa, que en la mayoría de los casos consistía en quedarse un rato ahí, disfrutando la vista y tomando algo. 

Pero nosotros queríamos saber más sobre Jurmo, sobre la vida en las islas, sobre esta tradición de Juhannus. Nos acercamos a un grupo de cuatro hombres y Omar les preguntó (en finés) si sabían qué significado tenía esta tradición de izar el mástil. 

—Es una tradición sueca, somos sueco-finlandeses— respondió uno.

—Sí, pero ¿saben qué significa?

—No sabemos.

Lo que siguió a esa conversación moribunda nos dejó helados. Dos de los hombres se dijeron algo entre ellos y se fueron, otro se puso a hablar por teléfono y otro se esfumó sin que nos diéramos ni cuenta. No saludaron, no sonrieron, nos dejaron hablando solos, o bueno, con ganas de hablar. 

Bastante desilusionados nos fuimos a recorrer las poquitas casas que formaban el pueblo. No vimos una sola persona. Parecía un pueblo fantasma y aunque las casas estaban muy cuidadas se respiraba un aire espectral. Omar dijo que jamás se había sentido tan rechazado por un lugar en toda su vida.

Al día siguiente, las horas de sueño le habían regalado a Omar una explicación a modo de consuelo al mal sabor del día anterior. Quizás no habían sido tan antipáticos a propósito, sino que, quizás, no hablaban mucho finés. Desde Turku hasta Mariehamn, cada paso hacia el oeste significa menos chances de que la gente hable finés y más de que hable sueco, así que no hubiera sido descabellado. No sabemos si este era el caso de los cuatro hombres de Jurmo, pero decidimos creer que sí.

Continuará...
Día 3: Prostvik - Nauvo Me parecía increíble q Día 3: Prostvik - Nauvo

Me parecía increíble que las ampollas de las que tanto había hablado Omar recordando el Camino de Santiago no hubieran aparecido. De hecho, no había aparecido ningún dolor de cuerpo, más allá de algo de dolor general que asociaba más a dormir en la carpa que caminar. Después recordaba que solo habíamos caminado 23 kms en 2 días y de golpe todo cobraba sentido.

Como en la ruta no había demasiados supermercados, almacenes, cafeterías o restaurantes, una enorme parte de la planificación consistía en organizar donde íbamos a comprar provisiones para cada día, cuánto necesitábamos, dónde y cuándo podríamos volver a comprar, a qué hora abrían y cerraban estos lugares según cada día de la semana, etc. Esta planificación milimétrica incluía que el almuerzo del día fuera en el Nagu oak tree, B & B & Café, que por 8 euros ofrecía la sopa del día, pan con manteca y café de filtro, un típico almuerzo finlandés.

Después de los 7,5 kms que habíamos caminado llegar al Nagu oak tree fue épico, otro de esos oasis del camino en forma de antigua casa de madera donde tirar las mochilas, refrescarnos, llenarnos la panza y descansar. La sopa del día era de repollo y salchichas. Normalmente tenían sopa de salmón pero ese día el pescador se había atrasado y bueno. No siempre se puede ganar. 

Dos horas después, a las 4 pm, habíamos logrado juntar fuerzas para volver a salir. Podríamos haber caminado pero, como ya habíamos roto las reglas, ¿qué más daba romperlas otra vez? Aunque, eso sí, ya que no íbamos a seguir caminando, por lo menos podíamos tener otro tipo de desafío y hacer dedo. 

Menos de un minuto después estaba parando un auto en el que viajaba una pareja de finlandeses. Ella manejaba, él iba de copiloto, tomando una cerveza. Ella era del centro de Finlandia, “donde el paisaje era completamente diferente”, él era de esa zona, del archipiélago. Iban a pasar Juhannus con la familia de él y estaban encantados de llevarnos los 8,3 kms que nos separaban de Nauvo, donde íbamos a pasar la noche. Cuando estábamos por llegar a destino les preguntamos a dónde iban ellos. “Ah, ahí al lado de donde los levantamos, pero no importa, no tenemos apuro"

Continuará.
Día 2: Parainen - Prostvik Mientras comíamos un Día 2: Parainen - Prostvik

Mientras comíamos unas barritas de cereal a modo de pre-desayuno en el muelle de madera que se mecía al son de las micro olas del Mar de Botnia, recibí la respuesta de James, que incluía una propuesta de encontrarnos. 

James era un escocés de unos cincuenta años y quien había creado esta ruta como existía hoy en día. Es decir, había tomado una antigua ruta vikinga que había transitada varios siglos atrás y, desde el año 2019, la había convertido en una invitación a que la gente la recorriera hoy en día, coleccionando sellos en el camino, desde Turku hasta Mariehamn. 

Nos encontramos con James en el estacionamiento del supermercado donde nos abastecimos y en diez minutos nos contó cosas sobre el camino que de golpe nos hicieron ver todo con ojos nuevos. Para empezar, esas cinco semanas que, según se mencionaba en el web oficial del camino de St. Olaf, se tardaba desde Turku hasta Trondheim, no eran realistas sino que el tiempo que se tardaba en recorrer el camino completo estaba entre los dos o tres meses. James también nos dijo que más o menos una (¡y nada más que una!) persona al año completaba esos mil doscientos kilómetros. James había sido una de ellas, algunos años atrás. De golpe no me sentí tan mal porque no íbamos a ser quienes lo hiciéramos en el 2022. Lo más normal era que, con suerte, la gente hiciera lo que íbamos a hacer nosotros, caminar durante algún tramo del camino, según el tiempo disponible con el que cada uno contara. 

Cuando nos despedimos pasó lo último que hubiera imaginado: James se ofreció a llevarnos algunos kilómetros hasta nuestra próxima parada. ¿Era una joda? ¿El propio project manager de la ruta de peregrinaje estaba fomentando abiertamente que rompiéramos (otra vez) todas las supuestas reglas del juego? Por un lado, no entendía nada de lo que estaba pasando y, por otro, empezaba a sospechar que aquello de caminar 100% del camino no estaba grabado en piedra y quizás nadie se lo tomaba tan en serio. Esto hizo que no me sintiera tan mal respecto de nuestra falta de tiempo y necesidad de acortar camino usando otros medios además de nuestras piernas.

De todos modos, dijimos que no. 

Continuará...
St. Olaf Waterway. Día 1: Turku - Parainen Esta St. Olaf Waterway. Día 1: Turku - Parainen

Esta era mi tercera vez en Turku. En todas y cada una había pensado lo mismo: que me parecía una ciudad interesante, por lo menos desde el punto de vista arquitectónico y desde la observación superficial que me habían permitido tres visitas de menos de medio día cada una. Me parecía que todavía conservaba esa grandeza del pasado, grandeza que sin duda se debía a ser la ciudad más antigua de Finlandia y su antigua capital, cuando Finlandia todavía pertenecía al Reino de Suecia.  

El aire de esos primeros kilómetros en Turku, todavía completamente urbanos, estaba lleno de energía y emoción, no solo por lo que teníamos adelante, que era casi todo, sino por los estímulos que nos ofrecía ese paso por Turku a velocidad peatonal, la mejor para observar cada detalle que nos rodeaba. Avanzábamos a buen ritmo y con el entretenimiento de un paisaje de fondo que, muy lentamente, iba bajando su densidad urbana. 

Fue alrededor de las 17:30 cuando nos dimos cuenta de algo en las cuentas no cerraba. Para ese momento habíamos caminado 11,5 kilómetros de los 25 que teníamos planeados para ese día y, si bien no teníamos ningún apuro, de golpe entendimos que simplemente no era posible lograrlo. Quizás habíamos empezado a caminar demasiado tarde, quizás caminábamos demasiado lento, quizás no era humanamente posible, quizás todas las anteriores eran correctas.

Arreglar la situación era relativamente fácil, lo único que teníamos que hacer era levantar la mano para parar algún colectivo o auto que fuera en nuestra dirección (que eran muchos) y, claro, romper todas las reglas del juego de peregrinos que nos habíamos inventado. 

Todavía me sorprende la madurez con que acepté este repentino cambio de planes, resultado de una probablemente mala planificación. En otra situación quizás me hubiera quedado protestando interna y externamente durante horas pero por milagro eso no pasó. Quizás todos los kilómetros recorridos en viajes anteriores me habían enseñado algo sobre tener que recalcular planes todo el tiempo, fuera por el motivo que fuese.

Continuará...

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